Somewhere in Between Gaze

Ethel Barja

“A modern nostalgia can be homesick and sick of home at once” Svetlana Boym

¿Qué más utópico que un viaje prometedor? Esa inclinación hacia un espacio y tiempo para ser con más amplitud. Así me fui de Perú en el 2013, con el pretérito simple, porque el lugar que dejé ya no existe. Se reconfigura sin mí y yo también. Migré por educación, porque poco se espera de una mestiza andina y si no haces un espacio para ti, te quedas fuera y yo quería un metro cuadrado para mis plantas salvajes. De Huanchar, poblado andino a los 3200 msnm a Huancayo, de Huancayo a Lima, de Lima a Chicago, de Chicago a Providence, de ahí a Salisbury (MD). Publiqué mi libro, Gravitaciones, un mes antes de dejar el Perú y antes de un mes entero de jubilosas despedidas; estaba harta, sick of home indeed. Ya vivía en el homesickness permanente y sabía que no había retorno.

Curiosidad de por medio, almaceno toda experiencia a favor de mi escritura.  Busco continuidades donde no las hay aparentemente. La crítica literaria ha sido para mí parte de un mismo espectro de la imaginación al que también pertenece la poesía. Sin formas inventivas de acercarme a la cultura no creo que sea capaz de crítica en absoluto. Mi poesía, por su parte, se nutre del estudio formal de las tradiciones culturales que mi profesión exige. De este encuentro surge un tercer espacio no menos importante. La poesía y la crítica coexisten en el diálogo y el salón de clase es uno de sus lugares naturales. Así navego mis quehaceres.

La contradicción entre sentirse homesick y sentirse sick of home radica en que hay añoranza pero regresar no es una opción, porque hay una fuerza que empuja a personas como yo a hartarse de lo mismo, de la tautología de los días, de la repetición estéril. Esto sucede porque el ser humano, es un ser utópico, se proyecta, desea. Aunque para mí en particular pasa porque mi escritura es utópica, porque sin tener un lugar he debido crear un espacio para que pueda existir. Mi poesía buscó sus condiciones de posibilidad y las puso de cabeza. Metapoéticamente e intrapoéticamente; como dice José Lezama Lima: “La situación de la mano dentro de la noche me da un tiempo. El tiempo donde eso puede ocurrir” (“Confluencias” 174). ¿Cómo creas tú el tiempo en el que tu poesía puede ocurrir?

De vuelta a la utopía. ¿Qué más utópico que la palabra poética que está atravesada de una orientación anticipatoria del pensamiento?, porque ¿cuál es el futuro del verso? es otro verso, desconocido pero al que, sin embargo, esperamos. El verso se proyecta, como bien decía Olson; sonoramente, la palabra es la posibilidad, un hilo delgado que la une a su esperanza de ser otra cosa, es futuridad que no se agota ¿o sí?. Se busca incansablemente donde no está todavía. Suena un poco místico, pero ante la ausencia, no queda más que la invocación o el conjuro, de ahí los efectos de la anáfora y la aliteración, cercanos al rito funerario. Como ese treno desgarrado que describe Carpentier en Los pasos perdidos cuando hechicero indígena canta alrededor del cuerpo muerto de un cazador en medio de la selva y el narrador señala que así se imagina el origen de la música, que por extrapolación podemos entender como el nacimiento ritual de la poesía.

La repetición espera su transformación. Pero cómo sabemos que habrá una metamorfosis siguiente. ¿Qué fe nos anima? Siento decepcionar. No sabemos, la esperanza es absurda, pero se espera igual. La esperanza inmersa en la estructura de la utopía no espera sentada. Invierte en su posibilidad. En mi nuevo paisaje, en el invierno más crudo que viví en el 2014 en Chicago empecé a escribir mi segundo libro. Pasado un año, mis plantas salvajes deseaban otro suelo. Llegué a Providence el 2015 y luego de un año más salió Insomnio vocal, producto de la falta de sueño, de más viajes, Ovidio y la obsesión con las repeticiones que no se repiten. Quise formar una voz distinta a la de Gravitaciones, acaso más enigmática, más conmocionada aunque le huya a escribir con emociones.  No sé si lo logré. Otres lo dirán. Lo que sí sé es que Insomnio vocal me dio la confianza de que escribir seguía siendo mi prioridad. La fidelidad a mi proyecto inicial y el motivo de mi viaje interamericano también me obsesionaba.

Mi escritura se hacía un lugar donde podía existir, pero ¿de qué naturaleza era su espera? Como acertadamente dijo Santiago Vera; sin dejar de causar desconcierto ante el público limeño alguna vez: es evidente que Insomnio vocal no trata sobre nada. Yo nunca escribo sobre, sino por los bordes. El debate se plantea múltiples veces: O el realismo y la referencialidad, o la experimentación y experiencia del lenguaje en la imaginación. Pero lo que ocurre se da entre los poros, en la permeabilidad, entre el adentro y el afuera, en los puntos ciegos que de tanto repasar ese puente descubren un atajo; y aunque no se llegue a ese tercer punto entre el aquí y el allá estará el entre tanto, la demora, la suspensión de no llegar aún mientras la imaginación sutura los dos extremos, con la imprecisión felizmente humana, del no todo. Y como es evidente quiero confirmar el realismo en la poesía como su rasgo fundamental, pero el realismo como espesor, como una mirada ultra-cercana que es borrosa y parece deformar lo observado y que conlleva un trozo de la complejidad del vivir.

Aunque la relación poema mundo sea compleja, sutil y a gusto de quien escribe. El interregno también incluye el antes y después de un mundo en el que el poema existe. ¿Qué derecho tiene tu poema de estar aquí y ahora? Las implicancias éticas emergen, aunque la sola renovación de la experiencia y la mirada que trae un poema puede justificarlo, no siempre se trata de originalidad; es decir no sólo de lo nuevo, sino de lo que se renueva: el make it new! Y acaso por esa línea osé traducirme al inglés en co-traducción deTravesía invertebrada el 2019: Rambling Journey.

Poesía acaso sea despertarse en un cuerpo musical donde se aprende a andar, a tocar y a ver de nuevo.

Nunca estás sole cuando escribes compañere. Te acompaña el cuerpo del lenguaje al que ingresas con divertimento y necesaria insolencia, las posturas de ese cuerpo en el aquí y allá de las tradiciones que tengas disponibles, en las lenguas que tengas disponibles y lo medios que tengas disponibles. Hablo de la duración del hacerse del poema; sí, hacerse en reflexivo, como trabaja el sonido, la imagen y la semántica impulsándose hacia su verso final. Estas preocupaciones atañen a la sostenibilidad poética y a la ecología del poema: el poema en contexto; el poema, poeta, quien lee, la crítica, el mercado, dónde se lee y cómo se lee.

Hope works on us and we work on hope and somewhere in between grace gaze happens. An angle to see the not yet. Y sin querer queriendo, para citar una famosa serie de TV, mi ecología poética me condujo a escribir mi primer libro en inglés durante la pandemia cuando ya no estaba tan sick of home pero homesick, y surgió: Hope is Tanning on a Nudist Beach.

Más allá de toda nostalgia voy a un lugar que desconozco y es divertido. Porque hay momentos de luz y de oscuridad, pero prefiero los lugares que se iluminan.

Mis enormes agradecimientos a Mariela Dreyfus, Silvina López Medín y a les entusiastas escritores y estudiantes del NYU Creative Writing in Spanish

Gociterra Lecturas móviles (Manuel Tzoc)

La poesía de Manuel Tzoc es desenfadada, crítica y versátil. Desde el poema objeto, pasando por la performance, la poesía cuir, y las reflexiones sobre la ancestralidad indígena y las nuevas tecnologías, Tzoc lleva al lector a una experiencia densa y aguda del mundo contemporáneo.

Manuel Tzoc

Poeta y artista visual maya k ́iche’. Tzoc, escritor autodidacta,  cuenta con varios libros publicados; libros-objetos y artefactos poéticos en edición de autor. Textos suyos aparecen en revistas y antologías literarias en toda América Latina. Ha sido invitado a diferentes festivales de poesía nacionales e internacionales y también ha presentado su trabajo visual en diversas galerías y muestras de arte contemporáneo locales y extranjeras.

Entrevista con Ethel Barja

Poesía y anticipación: Notas sobre Esa sal en la lengua para decir manglar de Silvina López Medin

El libro de poesía Esa sal en la lengua para decir manglar (2014) de Silvina López Medin, traducido al inglés como The Salt on the Tongue to Say Mangrove (2021) por Jasmine V. Bailey, es desde su título una sugerente invitación a un paladeo sensorial que prepara el ejercicio de la palabra. Se señala el grano de sal con el que se toma la organización del sintagma, el enmarañamiento sonoro, imaginativo y pictórico. A las múltiples voces del libro, un acto común les subyace: la anticipación de un crispado encuentro con el lenguaje que le exige al yo poético un entrenamiento previo: “Había memorizado/ las formas de encajar/ el cuerpo en las palabras […] incrustar cada tanto el nombre propio” (16). Decir deja de ser un acto sencillo y se enfrenta a lo múltiplemente arraigado, que es acuático y aéreo, que se entreteje en la naturaleza y se disemina más allá de los alcances de la lengua.

Llegar al lenguaje, ir del ruido a su más allá en la experiencia compartida del sonido, se recoge en el libro de López Medin como un recordatorio de que el yo no domina la arena donde opera su palabra: “quise pisar la tormenta/ los pies desnudos en el pasto/ el cuerpo a la espera de agua ajena” (18). A diferencia del yo discursivo que se arroga el dominio sobre los signos e hila a voluntad, el yo poético pone el cuerpo en guardia para el encuentro con el lenguaje y la violencia de esa convergencia. Lo que se dice aparece, entonces, como deshechar posibilidades de otros modos de ser de las cosas:

toda esa sal en la lengua

para decir manglar

quizás haya que podar la palabra hasta su origen

de árbol torcido

tal vez cruja (36)

El nombrar no es inofensivo. Se sabe un encuentro de fuerzas. Como nos diría la física, se manifiestan velocidad y resistencias. La tensión obedece a que se evidencia la artificialidad del decir. Aunque no haya mayor reparo en todas las bocas que anuncian, concluyen, persuaden en este mismo instante alrededor del globo. De la boca al manglar hay sal; a saber, existe en el uso del lenguaje un acto preparatorio que incluye el ensayo y error. El libro propone una analogía con la autocorrección en la pintura, pero no cualquier rectificación, sino la que se puede rastrear, porque se ha dejado evidencia del cambio. Por eso, una sección del libro titula “Pentimento”. Con la invocación de las modificaciones que se hacen visibles en una pintura, el libro recuerda que lo que queda en el poema emerge de un proceso de pérdida y persistencia:

Lo que no encaja

lo que suena a

hoja rasgada

y esos resquicios de luz

son bordes salvados

con cinta scotch… (50)

La poeta acerca al lector a su taller. Al espacio en el que escasea la iluminación, porque lo que emerge en la página no es sino fruto de la fricción con el lenguaje. Es de decir, el poema emerge de la consciente interacción con la palabra que no se deja y que hasta cobra estatus de ser animado:

¿esto es una letra?

dudo de esas patas

de insecto que aún se agita,

el impulso es rematar. (54)

La etapa preparatoria de “la sal en la lengua para decir” reconoce la escritura como un ejercicio; es decir, como una práctica que requiere continuidad para que quien habla siga reconociendo una tensión cuerpo a cuerpo con el lenguaje: “Antes, con el mínimo crujido de una rama/ esa mujer hubiera construido una escena de regreso// ahora una rama que se quiebra/ es una rama que se quiebra/ pura repetición” (74). La intención creativa cobra espesor y su ausencia es perceptible; precisamente, porque ha experimentado la intensidad de su quehacer, conoce un comportamiento que ha desautomatizado su acercamiento al lenguaje y lo añora: “Copio el gesto del pintor que inclina el cuerpo / cada vez más […] él mismo/ a punto de caer dentro del cuadro” (76). La fantasía de ser absorbida por el poema, como el pintor cuyo cuadro podría tragarlo articula el lugar que tiene la creación para la experiencia. La realidad no aparece mágicamente en el poema, sino que la invocación de fuerzas del nombrar y el cuerpo de la poeta ponen el poema en la realidad. De ahí el guiño sobre la referencialidad al final del libro constituye un punto final elocuente: “¿Lo que escribís te pasó?// Deformar el lago/ volverlo laguna/ cosa olvidada/ vacío” (90). La escritura se revela aquí como un más allá de la experiencia, situada en el campo de la práctica de la escritura, sin confesiones de por medio. El significado de atravesar una experiencia con la poesía adquiere densidad. No se trata del suceso que se reporta; a saber, el que algo le haya pasado al yo, sino de que después de lo vivido y después de la poesía: “…uno/ aguanta la respiración, para decir luego: ahí estuve” (90). En ese sentido, la sal en la lengua para decir se vuelve un procedimiento de preparación para habitar más intensamente las circunstancias vitales con el lenguaje y a su pesar. Se abre, así, un paisaje en el que el que la boca toda se hace manglar.

Entre el decir y la dicción: Una lectura de Constitución Política del Perú (2021) de Santiago Vera

Constitución Política del Perú es un libro de poesía. ¿Constitución Política del Perú es un libro de poesía? ¿Qué es una constitución? ¿Qué es poesía? El reciente libro de Santiago Vera reescribe la Constitución Política del Perú de 1993 o, más precisamente, la reconstituye usando su lenguaje de acuerdo con parámetros creativos para inscribirla de forma inquietante en el terreno de la poesía. No se trata de una inserción armoniosa de un texto en un concepto transparente, sino dentro de un espectro poético donde la poesía cuestiona sus propios límites. La palabra poética atraviesa el espacio de la legislación para poner en tela de juicio el decir del espacio público, su precisión y su practicidad. Es decir, el libro se pregunta en qué medida un corpus de lenguaje puede ser inteligible y justo para el colectivo peruano, e incluso si tal colectivo es posible de nombrar. 

La pregunta sobre la constitución y sus leyes surge en el ámbito de la poesía, donde las palabras no se deben a mandatos de etiqueta, señalización o norma. Donde las palabras se comportan con rebeldía respecto a lo que el sentido común dice que deberían hacer: comunicar, emocionar o transmitir belleza: “No es un caso / de cosas para efectos de la Información // no gratificada en el Error existe / como una esfera / inmóvil // para observar lo que no enseña el Derecho” (67). Por tanto, el libro usa un lenguaje, cuyo cuestionamiento roza el absurdo, porque aborda lo reglamentado (la constitución política) con vocablos que no obedecen a reglas rígidas más allá de sus contadas restricciones de composición: “Salvo el «tiempo», que entra y sale de los poemas libremente, todas las demás palabras que integran cada poema fueron tomadas o derivadas de las palabras que figuran en el capítulo de la Constitución al que el título del poema refiere” (115). Como apunta Diego Otero, Vera remueve la “letra muerta o letra fosilizada por el dogma ideológico” y la convierte en “letra viva” en el registro poético.

El método de escritura de Vera nos recuerda las bondades de la reescritura como un acto de dislocación del aparente lugar natural de los discursos. Específicamente, nos recuerda la vocación transdisciplinar de la poesía, pues como revela en una entrevista con Juan Carlos Fangacio, dialoga con: “‘Fuentes del derecho’, del poeta y abogado chileno Martin Gubbins; ‘Cons ti tu ción’ (así, con las sílabas separadas) del español Marcos Canteli; y el libro ‘Sociedades americanas’ (1828) del venezolano Simón Rodríguez”. El objetivo de Vera es claro: “mi interés por la Constitución como documento pasa por pensarla como un espacio de interpretaciones en conflicto” (Fangacio). El movimiento hacia esta meta es arriesgado, porque se debe desmenuzar un lenguaje considerado sólido. Mientras el poeta se aproxima más a su texto base (Constitución Política del Perú de 1993) desde la poesía, siembra en él más escepticismo. Su método aclara que la poesía en cuestión se acerca a lo que según Jean-Luc Nancy aclara que no es el género literario en sí mismo, sino el límite de la literatura, de la escritura, donde nada es escrito, sino que está viniendo a su presencia (ix). Este libro alumbra ese devenir. Se sitúa en el límite de la escritura y logra eficazmente el cometido de su autor: mostrar el proceso hacia la constitución de la ley con sus contradicciones y caminos truncos.

Reubicar un documento legal en el terreno de lo literario afirma una tradición en el contexto peruano. Por un lado, Constitución Política del Perú puede emparentarse con el poema “Considerando en frío imparcialmente” de César Vallejo en el que la contingencia vital del individuo se contrasta con su existencia codificada: “Considerando sus documentos generales / y mirando con lentes aquel certificado /que prueba que nació muy pequeñito” (Poemas humanos). Por otro lado, explícitamente establece su vínculo con Constitución Política Poema Satírico de Felipe Pardo y Aliaga, quien se pesa, no sin ironía, del desbalance entre la verdad y el lenguaje usado en la constitución. Según Pardo y Aliaga, era importante destacar la alienación implícita en una composición legislativa que se inspirara en documentos extranjeros y no en la naturaleza misma del Perú y su gente (99). En el epígrafe de su autoría que usa Vera se lee:

Para descubrir la verdadera constitución del paciente, el médico tiene que empezar por despojarle de la ropa: esto es lo que he hecho yo al proponerme examinar la Constitución del Perú; y mi examen produce un resultado, que si es raro e incomprensible en el mundo del buen sentido, es obvio y natural, y fruta indígena en el suelo de los Incas, en donde todo sucede al revés de lo que en el resto del universo: este resultado es que la constitución-poema es la verdad, y las constituciones-códigos son la fábula” (Vera 3)

En este pasaje, Pardo y Aliaga afirma que precisa del lenguaje poético para validar la autenticidad con la que diagnosticará al país. Vera toma estas afirmaciones como punto de partida para llevar la crítica a la noción de constitución un paso más allá: hacia el cuestionamiento de que un país tan diverso se acoja con justicia a la inflexibilidad de normas hechas a la medida de una homogenización forzada: “Y el Castellano le presta su jurisdicción al / Quechua y el Aymara en comunicación” (31) y también en: 

del Mar, a la Publicidad del Rojo en su dominio,

a la Publicidad del Blanco, y en su jurisdicción

al Quechua y el Aymara

a cargo de la Lengua ese Poder

Peruano es asimismo

una opción (32)

Constitución Política del Perú (2021) es un texto asentado sobre otro, con su misma piel en otras formas. Una especie de Picasso en donde se puede ubicar uno que otro gesto, pero donde los rostros se resisten a la presentación completa. Mi instinto lector me conduce a la decodificación del sentido, la gramática, las coordinaciones de la sintaxis, la voz y su postura, pero en este libro no hay lugar para la coherencia o uniformidad. Vera disemina el lugar de enunciación, así como la intención de su texto para hacer eco de las pretensiones de “la voz oficial de la nación” con el fin de explorar de qué está hecha esa voz anónima que se arroga el derecho de hablar por todos (Fangacio). 

Este Texto que no dispone de las tropas

de los Acusados por no emitir opinión

alguna para dicha de los Policías y

el levantamiento

de nuestro Secreto Bancario (52)

El significado del libro reside en lo que el libro rechaza. Constitución Política del Perú niega tres lugares comunes de la escritura: originalidad, belleza y mensaje. En tanto producto de una apropiación, el texto toma distancia de un carácter único. El autor, como origen de un texto inédito, desaparece; pues lo precede la Constitución (1993), que sirve como material de trabajo, y es continuado por el lector, que participa activamente en la creación de sentido. 

Si la palabra fuera espacio, la lectura sería el tiempo donde transcurre. De acuerdo con el libro hay una duración oculta y otra evidente. La primera sería la duración que no se quiere reconocer, es decir, la caducidad o expiración de las leyes cobijadas en la institucionalidad del derecho y que muchas veces no se sincroniza con las necesidades reales de las personas. La segunda sería una duración expuesta que se regocija en apariciones concretas:

Durar en secreto es

propio de las Instituciones

Pero durar gozoso

en la Materia

Popular disciplinadamente

sí es)                       causal de Ascenso (69)

La duración está emparentada con el tópico del tiempo en el libro que, según la nota final de autor, es la única palabra que entra espontáneamente en el texto. No se puede determinar si “tiempo” significa lo mismo en cada una de sus apariciones, pero encapsula un deseo de carácter, una aspiración de definición que se trunca y que, a veces, nombra la experiencia republicana del Perú: “El Tiempo/ de la República trata de los seres humanos/ incomunicados sin dilación por la Violencia // Si la Violencia incurre en responsabilidad / el tiempo no es de la República” (15). Al “Tiempo de la República” le sigue el Tiempo Artístico, que para no pecar de herejía se le degrada a “Plazo”: “El Tiempo de la República no tiene derecho a las Excepciones / salvo / contravenga el transitar de un Territorio organizado / dentro del Plazo Artístico” (16). El libro puede leerse como la tensa batalla entre el tiempo republicano y el tiempo artístico.

Por otro lado, el libro niega la belleza, porque no persigue la creación de armonía o musicalidad. No obstante, ejecuta una exploración sonora anclada en la materialidad del lenguaje; es decir, en lo que hacen las palabras de la Constitución del Perú de 1993 cuando caen en el campo abierto de la página.

Por último, el libro no afirma un mensaje. Aunque algunos pasajes parezcan sentencias claras, como: “Si las personas no tienen Bienes / La moneda garantiza la protección de la Prensa” (37); “El Estado garantiza que sufrir / al servicio de la Información es Fácil” (38). Es difícil adjudicarle al libro una posición determinada de esperanza, rebeldía o negación total. Por tanto, se trata de un texto inquisitivo, anclado en el descreimiento de verdades últimas y fundamentales, sean poéticas o políticas. El libro elabora una parodia de la legalidad en lo que respecta a su carácter poco accesible e impersonal y remarca la incoherencia de su aparente imparcialidad cuasi numérica:

Pero se cuenta en Los

                     Periódicos que el Número

                                   se ha elevado a autógrafo del Tiempo

y en calidad de cuento el Número se ensancha

                                                          rige

                                                                         en cada Zona del País celebran

                                                                                                                   su Vigencia (44)

El libro resalta las dificultades que abrazan los colectivos cuando buscan constituirse como nación y buscan determinar qué es el bien común. Con ese fin imagina al colectivo volviendo a su prehistoria, al momento en que se organizan como un “nosotros”: “Todos / duran parcialmente // lo que dura un orden en / Actividad de Inicio” (88).

Si tuviera que caracterizar el libro en una frase, diría que Constitución Política del Perú de Santiago Vera niega el decir, pero no la dicción. He ahí su lado más punzante, porque sin idealizar la palabra y a pesar de los excesos e injusticias detrás de su instrumentalización aún cree en la fuerza de su materialidad. En la crítica de “la constitución” al desfigurarla y reensamblarla, Vera desenmascara el decir autorizado de “la constitución” y muestra la dicción constituyente; es decir: expone el movimiento de los fragmentos de la norma que habilita una lectura entre líneas: “La Materia es un plan         que se crea sin centro” (90). El libro no niega la constitución del lenguaje (decir), sino que lo lleva a su momento previo a su fijeza. Reafirma la dicción al descolocar la materia conocida del código y generar efectos de incertidumbre de sentido: “El lugar ‘Analfabeto’ es un centro / maximiza la Materia al límite” (21).  Así, el libro despliega la potencia de desmembrar el lenguaje normativo para pensar, escribir y leer un país y sus plurales. El libro demuestra que es una tarea posible, pero habiendo atravesando el centenario de la República y en consideración de las condiciones actuales del Perú, también reconocemos que es una tarea urgente.

“Los pequeños vacíos martillean”: Poemas aconceptuales (2020) de Magdalena Chocano

Poemas aconceptuales (Salto de Mata, México, 2020) de la poeta peruana Magdalena Chocano propone desde su título la necesidad de detenerse en el concepto para tomar distancia de él: “la noche es posibilidades”, una u otra sensación y evocaciones, pero: “lo que sea la noche / (si se retira este andamiaje) / es arrancado de cuajo / es muy breve” (13).  En la compleja taxonomía de la escritura poética, la poesía conceptual es: “No referencial y está interesada en la materialidad del lenguaje, la poesía conceptual a menudo se basa en algún principio organizador o información que es externa al texto y puede cruzar géneros en modos visuales o teóricos”*. De modo que una poesía “aconceptual” indicaría una afirmación de la poesía más allá de la mera auto-referencialidad. Si la poesía conceptual explora la materialidad del lenguaje, la poesía “aconceptual” insistiría en lo que hay en la poesía de una paradójica levedad-grave: “opacos en esta partitura / los silencios / pesan en el esternón”. Así, se plantea la poesía como un terreno limítrofe para pensar y tocar el mundo, o sus contornos, desde un encuadre singular que modela y se deja modelar en la tensión de las fuerzas que conforman la interacción entre el poema y sus alrededores: “Acá / pues /se viene / a alcanzar / la mayor resistencia / teórica / frente a eso / que se hunde o se manifiesta” (11). La observación y el análisis implicado en la teoría se confronta con la inestabilidad de “eso”, casi irreconocible, pero presente.

La posición metapoética de larga data en la tradición de la lírica moderna hace eco en Poemas aconceptuales mediante el reconocimiento del andamiaje desde donde se ejerce la palabra. Hacerse “aconceptual” puede interpretarse como el ingreso en una experiencia desnuda, sujeta al peligro de estar entre las cosas sin las municiones defensivas de las definiciones. En ese sentido, se pasaría de un esquema preocupado por la orientación de un YO en el mundo y los recovecos de la existencia hacia la “inexistencia” que “se hace notar/ en lo cómico de cada párpado” (14). Se trataría de un aprendizaje para deshabitar y asumir la intemperie de la falta de un yo espectador, que no logra separarse de las sensaciones que el mundo le provoca:

y de pronto

   todo escasea

   se hace humo

   a cada paso disminuye

   se angosta

   la cosa extensa a uno

   lo acribilla (14)

La violencia advierte que el punto grave del asunto “aconceptual” radica en la recia convivencia entre lo que se construye y se destruye en el plano verbal y no verbal y en cómo entre la palabra y su ausencia los poemas ocupan un lugar contradictorio de construcción prescindible y de herramienta vital para la confrontación con la desnudez de la inexistencia.

Los poemas de Chocano vienen acompañados de ilustraciones de Luis Verdejo. Se trata de pinturas de corte abstracto, de colores intensos que inscriben formas variables entre manchas y formas cuasi-geométricas que transmiten la sensación de movimiento. Si la dimensión “aconceptual” exige a la poesía salir de sí misma. El diálogo entre poema e imagen, en su transmedialidad, conlleva una expansión del lenguaje poético:

                   atravesado:

       un piafar nocturno

       una planicie pectoral

        plañen voces y disonancias

       de gran efecto entre el público

pero no hay nada que celebrar todavía

                         nada que explicar (17)

El diálogo entre versos e imágenes reside en su forma de abrir paisajes, en convocar la mirada, en hacernos espectadores de un momento que no está hecho ni para la contemplación celebratoria, ni para la disquisición conceptual sobre la palabra misma. Sin embargo, como toda noción anclada verbalmente en una anterior lo “aconceptual” es contiguo inevitablemente de lo “conceptual”. La conceptualidad de lo aconceptual medita sobre la ubicación de la pregunta por la palabra misma en la interacción con lo que la sobrepasa. El afán auto-reflexivo de una poética autoconsciente del poder del lenguaje aparece invocado para que, desde la posición “aconceptual”, se pueda explorar la acción del poema en los momentos en que se impregna de mundo:

adónde llegarán

las regularidades

de estos materiales

que los pequeños vacíos

martillean

con toda su alma

en la cena (33)

La fuerza de lo no dicho tiene un rol activo que carcome los bordes de las cosas a todas horas, de forma imperceptible, pero cierta. Se sugiere, así, pensar la “negatividad” involucrada en el acto de poetizar; es decir, el discernimiento entre lo que se imprime y lo que no. Asimismo, se indica que el lugar que ocupa una voz es el lugar tomado de otras voces. Podríamos llamarlo, el lado salvaje de la polifonía que aparece como la inevitable linealidad que convoca una voz a la vez; pero, también, se refiere a la amenaza que constituye el ruido: “es un soliloquio de voces / luchando con un coro de silencios” (36). En el fondo, las voces al ocupar un lugar y generar un saldo de silencios no parecen siempre justificar su presencia. El concepto, entonces, como producción de discurso es susceptible a un regodeo vacuo:

a esta negación tan profunda

vamos a oponer no una afirmación contundente

sino una negación superficial

a ver qué pasa

si una reversión si una variante

a ver qué se derrumba

            qué se triplica

            si se ondulan los razonamientos

            o formas baratas de lentas y controladas reacciones

El afán provocador de la negación, que involucra al propio título, “poemas aconceptuales”, ridiculiza a la propia lectora o lector que como, en este caso, intenta desentrañar las inflexiones en el uso de los términos. Así, “lo aconceptual” reclama su propio deseo de permanecer en la opacidad. Esta sugerencia lleva la negación a un tercer nivel, un estrato dialéctico, donde el “poema aconceptual” es un poema a secas: “lo amorfo me hace una señal / la intercepto / con los labios apretados / y algo de humanidad … su discreción / me ancla / en su sorna ligera” (43). Ese disimulo en la actitud de lo amorfo en tensión con el poema se replica en el contrapunto del poema con los intentos interpretativos. Como bien señala Tania Favela Palabras aconceptuales “construye un habla particular que se mantiene siempre al borde y a la distancia” (48). Este lenguaje fronterizo se nutre de una agudeza compositiva, una capacidad evocativa y una destreza de dicción a la que Magdalena Chocano nos tiene acostumbradas, que no dejan piedra sobre piedra, sin orillarnos a la dureza, al golpe, al chasquear de guijarros, cerca de la roca madre, que es la prodigalidad poética.

*”Conceptual Poetry”. Poetry Foundation. https://www.poetryfoundation.org/learn/glossary-

terms/conceptual

Magdalena Chocano (Lima, 1957). Estudió historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú y se doctoró en la State University of New York at Stony Brook. Poeta y traductora, ha publicado los poemarios “Poesía a ciencia incierta” (1983), “Estratagema en claroscuro” (1986), “Contra el ensimismamiento (partituras)” (2005) y “Otro desenlace” (2008). Poemas suyos han sido traducidos al inglés.

GOCITERRA LECTURAS MÓVILES- Victoria Mallorga Hernandez (Perú)

jupiter

cantimplora en mano, decides irte sola a júpiter.

sabes que vidrio feroz recorre la atmósfera,

pero ciñes una casaca y bajas temblando la soga,

sin mirar arriba

permaneces sin holgura,

y como si el vidrio no fuera suficiente,

cada palabra es un pequeño corte en tu boca de pequeña atrapamosca

tu boca de venus en tauro,

corriendo en busca de significado,

fauces cerradas sobre ninguna recompensa,

cada vez más sedienta, cada vez más lejana

cantimplora en mano, decides que júpiter no es lo tuyo.

regresas temblando, mirando a lo inexistente,

pálida de cara a la luna

especulo la gravedad del experimento:

tu cuerpo monstruo     tus suturas de algodón de alto hilo,

tus silencios que arrastran colmillos en la noche,

que despiertan garras en tu puerta

y a tu boca de júpiter ascendente,

que mantiene los vidrios

que mantiene la aurora

trotapiel

te reclamo a los lejos

detrás de las cortinas

pretendo que llevo tu cara sobre la mía,

que en la calle me saludan las ventanas

que me comparan con una cita algo oscura

de un autor americano del que no quiero acordarme.

te reclamo como quien quiere tus sueños

tus pasos que vuelvan sobre los míos

hasta que se tornen en una persona

indivisible frente a la raíz

en palmas idénticas contra un espejo

ojos sombra dentro del iris

hasta que el espacio que se hace abismo entre nosotras,

se abra en dos partes de un todo ilusorio

un todo utópico y carcelario

que aun así añoro

Victoria Mallorga Hernandez (Lima, 1995) Licenciada en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Catolica del Perú. Es candidata de maestría de Publishing and Writing en Emerson College de Boston. En años previos, ha sido asistente editorial de poesia de Redivider, editora asociada de la revista literaria Palette Poetry, asi como lectora para Poetry Foundation. Ha escrito albión (Alastor Editores, 2019) y absolución (2020) disponible online, y su poesía ha sido antologada y publicada en diversas revistas y dossiers de México, España, Argentina y Estados Unidos. Reseña libros en el boletín mensual de La Libretilla y actualmente trabaja en un poemario llamado dos chicas al borde de la cama. La pueden encontrar en redes sociales como @cielosraros.

Largo cuerpo del poema: Sobre Nawa isko iki: Cantos amazónicos de José Antonio Mazzotti

El poeta cubano José Kozer sostiene que en este libro se conjugan tradición y modernidad en un movimiento doble: “en el amoroso respeto que reúne una Amazonía mitificada que hay que rescatar y devolver al presente como fundamento de la verdadera historia de un país, de todo país”. Efectivamente, en Nawa isko iki: Cantos amazónicos de José Antonio Mazzotti se realiza una recuperación del lenguaje mítico para el lenguaje poético contemporáneo. Lejos de ser una mera herramienta técnica, este método lleva a cabo un encomiable esfuerzo por dialogar con tradiciones hasta hace muy poco ausentes del archivo nacional. La escritura de este libro puede considerarse un acto de activismo poético, que como demuestra el trabajo de investigación de Mazzotti, viene acompañado de un activismo académico para la protección de la cultura en peligro de extinción de los hablantes del iskonawa, una lengua amazónica de la familia Pano. Me refiero al proyecto “Documentando y revitalizando el iskonawa en el Perú” que realizó junto a Roberto Zariquiey, Rodolfo Cerrón Palomino y Carolina Rodríguez Alzza.  

La reincorporación a la escritura poética contemporánea de un tono mitológico que entreteja la interpretación del mundo, los ritmos del ánimo y la abundancia de la imaginación sólo puede llevarlo a cabo quien sabe viajar más allá de sí mismo. Nawa isko iki es una valiosa muestra de esa capacidad. Mazzotti se inspira en el legado iskonawa y lo recrea a través de una apreciación informada y con la audacia necesaria para ensanchar el diálogo intercultural.

“A la tarde de la vida, / Te examinarán en el amor” dicen los versos de Sor Juana Inés de la Cruz que conforman el epígrafe del libro y que abren la sección “Cantos amazónicos”, donde los poemas se remiten a deseos prohibidos y castigados como el descuartizamiento del incestuoso Churu y los amores de Kitesh y la ardillla Kapayoshi. De entrada, se nos advierte el poder del erotismo y el deseo para regir la vida del ser humano, ante lo cual los poemas reiteran la conformación de restricciones de la sexualidad para el bienestar de la comunidad. De modo que se establecen nociones de lo contranatural como simbólicamente representa el hijo de Toai y el Rayo Kanapakoa: “El muchacho creció entre los sajinos y vivía en la orilla. Como rana se rascaba las axilas bajo el sol de la tarde” (21). Asimismo, no falta el lenguaje del cortejo, como se observa en “Murmullo del Delfín Koshoshka”:

«…Tengo el boshki más bonito de la selva y con él

Puedo mostrarte sus delicias profundas, déjame que

Te bese con mi lengua de gamuza y mi carachama

Limpie con su boquita todo rastro de flor antigua,

Sus aletas ventilando el lecho del lago de algodón,

Su cruz como un cuadrado cubierto de chocolate

Este lenguaje se complementa, con un erotismo que se nutre de imágenes de flora y fauna, impregnado de sugerencia y expresividad:

Soy el único portabanderas de tus sueños ocultos.

El que te come el seso, como un gusano, suavecito

Y rico para la lengua de la tormenta cuando arrecia

El vendaval que lava todo, el que cura las heridas,

El que desierta en tus mañanas la ilusión del día,

Palpo el botón de dicha y está en plena sazón, como

Este caldo caliente de conchas y boshkis, saladitos. (33)

Como otras composiciones de rasgos mitológicos, Nawa isko iki hace alusión frecuente a metamorfosis que, en este caso, funcionan como indicadores de la fuerza de los vínculos entre la naturaleza y la idiosincrasia amazónica. Es el caso de los guerreros convertidos en huanganas gordas o el de Yawa Buene que fue raptado por una huangana y que también se convirtió en huangana, con cerdas y pezuñas. Su historia en particular ofrece una visión empática con el mundo animal en la que se reflexiona sobre la depredación humana, pues Yawa Buene al ser testigo de cómo su comunidad caza y se come a las huanganas, la repudia y desprecia la propia condición humana (39). El acercamiento al mundo animal denota el trabajo de observación de las comunidades amazónicas respecto a su entorno con fuente de su conocimiento. Esto se evidencia con tonos de fábula en “Del ratón o de cómo las mujeres aprendieron a parir” (41), donde un roedor da consejos a una parturienta.

Además del amor erótico, se pone en relieve la importancia del amor a la comunidad, como aconseja el pájaro Isko que le enseña a sembrar a Yuushiña y a su familia: “partirás esa cosecha de maní / Y de camote entre todos igualmente. No mezquines, no seas yoichi // Y se levanta desde entonces como el brazo del simpira. / Un arcoíris, sin fin y sin principio” (25). Este canto se vincula al “Cuento del pájaro isko” uno de los mitos narrados a Mazzotti por Nelita Rodríguez Campos, hablante del iskonawa (“Tales of (De)colonization” 191). Tanto en el canto como en el cuento el conocimiento del isko es transmitido siempre en cuando se preserve una relación de respeto entre la comunidad y la naturaleza.

El poema final “Suenan las aguas estancadas a barullo de fiesta” ofrece una imagen vibrante de la poética del libro. El extrañamiento inicial que produce al lector la incorporación de resonancias míticas que nos son ajenas y la atracción que causa un imaginario que se sabe vivo pero desconocido producen una sensación análoga a la del yo poético navegante que se interna en la selva a través de un río. Este último poema parece más bien el principio de una experiencia mística en clave amazónica, pues se remite a rituales de purificación: “Se inicia el ayuno sagrado implorando a las plantas” (50). El peligro es evidente: los cocodrilos, el canto de los pájaros, el jaguar y el amaru aguardando muy cerca son elementos que incrementan la adrenalina de sobrepasar los límites de la experiencia individual: “La selva discurre como un largo cuerpo, el mío” (50). Así, Nawa isko iki nos advierte que es necesaria la inmersión en lo extra individual para acceder a la amplitud del nosotros nacional. El libro señala, así, un acto urgente para sociedades como la peruana, aún tan distanciada de reconocer su multiplicidad.   

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Mazzotti, José Antonio. Nawa isko iki: cantos amazónicos. Lima: Hipocampo, 2020.

–“Tales of (De)colonization in the Peruvian Amazon: The Case of the Iskonawa.” English Language Notes, vol. 58 no. 1, 2020, p. 186-199.

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Reconocido poeta peruano, galardonado con el Premio José Lezama Lima de Poesía (Casa de las Américas,2018) y autor, entre otros títulos, de Fierro curvo (órbita poética), Castillo en popa (libro finalista en el Premio Casa de las Américas de La Habana en 1988), El libro de las auroras boreales (1995), Señora de la noche (México, 1998), Sakra Boccata (México, 2006; Lima, 2007), El Zorro y la Luna. Antología Poética 1981-2016 (Axiara Editions y la Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2016), entre otros. Su poesía ha aparecido en numerosas antologías peruanas y extranjeras. Hizo una Maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Pittsburgh y se doctoró en la Universidad de Princeton. Actualmente es catedrático de literatura latinoamericana en la Universidad de Tufts (Boston, Estados Unidos).

Foto de Enrique Cortez

LA DIALÉCTICA DE LA PALABRA: NOTAS SOBRE CHUVENTO O LENGUA SECRETA (2014-2017) Y LA NOCHE ES OTRA LUZ DE ÁUREA MARÍA SOTOMAYOR

La publicación simultánea de Chuvento o lengua secreta y La noche es otra luz de la destacada poeta puertorriqueña Áurea María Sotomayor los presenta como modulaciones de un solo acto de revelación, o como afirma la autora como “efectos de la luz” (14). Con estos libros, Sotomayor no sólo se inscribe en la tradición poética asociada al misticismo, sino que construye su propia definición de iluminación y del ingreso a los territorios ocultos del lenguaje donde accede a una visibilidad singular que sólo la poesía hace posible.   

Sotomayor, Áurea María. Chuvento o lengua secreta (2014-2017) y La noche es otra luz. San Juan: La secta de los perros, 2018.

Chuvento o lengua secreta abre con el poema “Chuvento” que presenta un imaginario acuático, donde la fluidez del paso de las criaturas se confunde con las contorsiones del propio lenguaje: “La boca dice chuvia, chover, cuquino, chamanusia. / Resucita las sílabas ululantes y dice: / charol, ochún, barloventera, palesito. / O las oscuras entre la i y la u” (12). Estos versos efectúan una invitación a viajar mar adentro en las aguas de la experiencia material del poema, que se reitera en el origen de la palabra que da título al poema y al libro. “Chuvento” es un vocablo creado por la autora quien reformula las palabras “lluvia”, “viento” y “chubasco” a la luz de palabras portuguesas para lluvia y llovizna: “chuva” y “chuvisco”. Mediante este efecto relacional se unen hábilmente sonoridad e imaginarios. El poema “Chuvento” también recuerda la larga tradición de exploración rítmica asociada a Luis Palés Matos, quien experimentó con posibilidades sonoras inspiradas en los ritmos afrocaribeños. Asimismo, recuerda la forma conocida como jitanjáfora, acuñada por el poeta cubano Mariano Brull, a través de versos de gran versatilidad musical: “Patichinga kimánona / amerimanto quanchúbitan / tichimádoka rantálea” (13). Al final de la estrofa escribe: “Assim choran os deuses” [“así lloran los dioses”], verso de Ricardo Reis, heterónimo de Fernando Pessoa, en su poema “Os Deuses”, que sugiere el desamparo metafísico como trasfondo de un uso desbocado del lenguaje. El poema de Reis habla de los dioses exiliados que lamentan su derrota, lo que en un plano metafórico pone en diálogo la evocación de la disputa por el poder con la confrontación fónica que exhibe el poema de Sotomayor, donde no hay una combinación rítmica dominante y que más bien se ofrece un ritmo entrecortado que evoca instrumentos de percusión. Ante la debilidad de los dioses cuyo llanto se nombra, el poema se convierte en el lugar donde se define la valoración de la realidad, como indica el poema “Agüjero”: “Aquí se desborda el árbol musical / el del bien y el del mal. / Sus raíces se entrelazan debajo de la tierra / y trenzadas se yerguen disparándose” (17). La violencia de esta imagen exhibe una visión dialéctica que entraña la tarea de urdir conocimiento a contrapelo, como sugiere el poema “Zombi”: “Descubrir es escuchar / el ruido sutil / que desmorona / las certezas” (19).

El poemario integra una serie de situaciones: la materialización del tiempo en la música, la ocasión de medirse la vista, el viaje de un rumor, la imagen de un fiel perro guía y de otros animales y plantas para dar lugar a vigorosas visiones que irrumpen en el sosiego de la vida cotidiana como en “Un cristal verde quizá rojo”: “Dos días después / yo te veía en el sueño / desde abajo del agua / y me ahogaba” (30) o en “Cada lunes”, donde un cactus no sólo es objeto de mirada, sino protagonista de la acción. El yo lo observa y quiere abrazarlo, pero la fuerza interior del cactus es mayor: “Yo me quemo con él, mas de otra forma / y lo sigo mirando intensamente. / Sabe cómo hacer fuego” (31). Esta imagen indica que la lengua secreta que atisba a lo largo del libro se nutre del animismo que alcanza a las palabras mismas que es visible en su presentación como criaturas en movimiento: “Entre el entrar y el salir, la escucha de las formas / la expectativa cuidada y demorada, / las alardeantes figuras temblorosas. / Temor e inmediatez, disputas / de las figuras interrumpidas por el vaivén / del juego en la penumbra de los signos” (40). Así se reconoce que la página y sus posibilidades mantienen en vilo a la poeta porque el poema es un complejo lúdico en potencia que obliga a quien escribe a realizar esa potencialidad: “El azar no me regala el alivio de caer” (45).

Para la poeta, entonces, como para Mallarmé, el juego no elimina el azar. Sotomayor incide en que el poema no sólo ejecuta una posibilidad del lenguaje, sino que sostiene la existencia de la propia poeta como si forzara su camino hacia la existencia a través de su mediación: “Rezuma lo indecible / para quien / no quiere ver. / Más lejos que / más lejos / la aproximación / es un tanteo / de insensatez” (48). La insistencia de la poesía por materializarse canaliza revelaciones urgentes como en el poema “Las zonas cardinales”: “Olfatea los rincones, / se dispersa sobre las avenidas”, “Huele a pólvora, a napalm y a sangre” (55). La violencia cobra diferentes rostros en el libro como el de la muerte inducida de un animal o de un sacrificio ritual. La contracara del motivo de la muerte se encuentra en el movimiento inminente de la materia: “La lengua que habla sin moverse, / la espuma que aflora de la ola. / El viento barriendo los lugares. / El sol en medio del cielo” (68). Cabe plantear, entonces, que el poema propone que la lengua secreta se encarna en el movimiento de la naturaleza.

La noche es otra luz, por su parte, despliega una meditación paralela sobre la “lengua secreta”. La noche trae connotaciones que remiten a Novalis y al romanticismo para ampliar sus resonancias en la tradición hispanoamericana en código neobarroco, como constata el epígrafe de Severo Sarduy: “Al principio era la página: la veteaba la noche del tintero”. Los términos de la apropiación de este motivo en la poesía de Sotomayor implican lo que “la noche” significó como método de iluminación espiritual que se retrotrae al misticismo. Desde la “Noche oscura” de San Juan de la Cruz, “la noche” apunta a un estado del alma que prepara su encuentro con Dios. En Himno a la noche de Novalis, este contacto indica tanto una experiencia espiritual, como una experiencia estética, inconcebible sin la mediación del poeta que encarna al genio romántico. El libro de Sotomayor, por su parte, remarca la mediación de la escritura misma como hacedora de la experiencia extraordinaria: “Nunca se sabe si un poema abre o cierra una puerta / o si todo reposa en sus intersticios. // No late, sino deviene / entre las transiciones. // La noche, por ejemplo, es otra luz, / pero su significado exacto no existe” (16). En ese sentido, la poeta se inscribe en una época vaciada de una visión metafísica que concibe la iluminación como un encuentro con Dios y, en su lugar, plantea que la noche no es el misterio inaccesible que se impondrá al sujeto piadoso, sino un campo de acción conformado por la opacidad intrínseca al lenguaje donde la poeta tiene su morada: “Somos los ‘huéspedes en el seno de la luz’” (16).

Este libro reafirma la naturaleza lingüística de la experiencia humana, por la cual el lenguaje tapiza cada espacio sin que ninguna maniobra en su terreno deje de interrogar por el sentido de los signos como sugiere el poema “Iluminación”: “Impedir sería forzar el evitar” (17). “Impedir” connota negación y también un sentido colateral: “No puede dejar de reverberar / en el negro absorbido por la luz / que crea el silencio” (17). Sotomayor no sólo retoma la noche y la luz como metáforas de la página y el tintero, sugeridas por Sarduy, sino también apela a la noche y la luz como instancias que conforman la relación entre lenguas en el proceso de traducción, como indica el poema “La noche es otra luz”: “Saber una lengua / no es conocerla”, “Cámara lúcida, / en español, / apenas es captable / cuando se ve / cuando se lee / la chambre claire” (18). Destaca el peso cognoscitivo que la poeta le otorga a la materialidad de la lengua, que no sólo debe ser escuchada, sino leída. Entre la luz y la oscuridad de dos lenguas que convergen surge la experiencia extraordinaria de un saber lingüístico que sólo es posible a través de intervención de la lengua extranjera: “When translating to English, / English discovers things in translation / ‘para cubrir con hojas desconocidas’, / ‘covering unrecognizable leaves’” (19). Así, se indica que la literariedad de la traducción palidece frente a la experiencia presente en la asimetría de las lenguas.

Por otro lado, la noche y la luz connotan las deudas de escritura, como puede interpretarse en el poema “¿En qué batalla perdió ese ojo? En la órbita de la plenitud”: “Escribir bajo la influencia. / Dejar que la sombra deje huella en tu ojo. / Ver mejor” (28). La metáfora ocular refiere diestramente a la experiencia del intercambio intertextual que coloca a un texto en el plano de lo visible por medio de las relaciones que establece con otros textos. A su vez, “la influencia” indica la posible alteración del ánimo que podrían ocasionar un eclipse. Las referencias históricas a este fenómeno natural en el poema se entretejen con la sugerencia de comprender la relación intertextual como una superposición que da lugar a la novedad: “Creo que estamos en la sombra y el tiempo / se ha trastocado” (34). Se añade que el yo no ha experimentado el eclipse cabalmente: “Es que no estamos en la ruta de la totalidad” (35), lo que indica que la superposición no aspira a un sentido englobante, sino al intermedio entre luz y sombra o a la iluminación simultánea de textos que se desafían mutuamente. Se trata sin duda de una relación dialéctica semejante a la de una coreografía grupal. En el imaginario del libro, se trata específicamente de una coreografía “butoh”, una danza japonesa conocida por su movimiento lento y sus personajes grotescos y desconcertantes. Según esta lectura, ambos libros de este volumen evocan la imagen de dos bailarines ejecutando esta rigurosa danza.

La luz y la noche también encontrarán la oposición de forma y contenido en la sección “Siete luces asonantadas (sobre la propiedad)”, donde se muestra una serie de sonetos que versan sobre circunstancias propicias para el saber. En “Barrunto”, se evalúa que el olvido es un bien preciado frente al pesar; en “Fuegos fatuos”, se medita sobre los riesgos de la pasión; en “Ósculo”, sobre las sensaciones contenidas en un beso; en “En-carcelado”, sobre la vanidad; en “Fruto intangible”, sobre la maternidad en condiciones de esclavitud, etc. Resalta que la referencia intertextual a Sor Juana Inés de la Cruz mediante epígrafes refleja el sentido del nombre de esta sección respecto a la apropiación de una forma métrica que se remonta al Renacimiento y al Siglo de Oro español para ofrecer una mirada crítica y reflexiva. La actualización del rigor formal decanta el lenguaje e inspira hallazgos sólo posibles en la tensión entre la forma y el albedrío expresivo.

En suma, Aurea María Sotomayor ofrece en Chuvento o lengua secreta y La noche es otra luz un método poético que considera la escritura como un quehacer dialéctico en el que la noche y la luz ilustran una dualidad donde se mueve la presencia de lo existente, como afirman los últimos versos del libro: “Siempre atardece antes de la noche. / Pero nunca es la noche. / La noche es otra luz” (60). Se trata, finalmente, de una luz prodigiosa capaz de comprender la dupla de claridad y opacidad como un régimen de exploración sensitiva e intelectual de los contrastes productivos que entraña el lenguaje.

Publicado originalmente en Inti: Revista de literatura hispánica Volumen 1, 93 (2021)

Aurea María Sotomayor

Es una de las poetas más destacadas de Puerto Rico. Es, además, ensayista, crítica literaria, antóloga y traductora. Entre sus últimos libros de poesía se encuentran Rizoma (1998), Diseño de ala (2005), Cuerpo nuestro (2013), Artes poéticas (2014), Chuvento o lengua secreta (2014-2017) y La noche es otra luz (2018). Es autora de los libros de investigación Poéticas que armar: modos poéticos de replicar al presente en la cultura puertorriqueña contemporánea (2017), Entre objetos perdidos: un siglo de poesía puertorriqueña (2017), Hilo de Aracne. Literatura puertorriqueña hoy (1995) y Fémina Faber. Letras, música, ley (2005). Entre sus antologías se encuentran: De lengua, razón, y cuerpo: nueve poetas puertorriqueñas (1983, Instituto de Cultura Puertorriqueña) y Red de voces (2011, Casa de las Américas), Poesía puertorriqueña (dos volúmenes, Biblioteca Ayacucho). Ha traducido a varios autores, entre ellos Derek Walcott (La providencia/The Bounty) y T.S. Eliot. Ha recibido reconocimientos y premios del Pen Club, Instituto de Literatura, Instituto de Cultura Puertorriqueña y Ateneo Puertorriqueño. Tiene un Doctorado en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Stanford, en Literatura Comparada de Bloomington (Indiana) y en Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Recibió el Premio de Ensayo de Casa de las Américas en 2020, y fue cofundadora de las revistas culturales Posdata, Nómada y Hotel Abismo, en Puerto Rico. Actualmente, es profesora en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Pittsburgh en los Estados Unidos.

Notas sobre Lensi Lusikka Suussa (Voló con una cuchara en la boca) de Elsye Suquilanda

Lensi Lusikka Suussa (Voló con una cuchara en la boca) (2020) de Elsye Suquilanda, escritora ecuatoriana residente en Berlín, es un libro que despliega una abundancia de imaginación, riesgo y personalidad. Conocida por su concepción amplia del quehacer poético, que incluye música y performance, Suquilanda instala en el poema un cruce de cotidianidad, sorpresa y oralidad. El patrón sonoro de cada poema va acompañado un virtuosismo creativo para sorprender al lector.

Una cuchara, los dientes, una gacela, las orejas son entidades que se llaman a la presencia para convertirse en señales de algo más allá del nombre, más allá del uso conocido de los objetos o sus referencias más cercanas para denotar un acercamiento colmado de emoción y curiosidad hacia el mundo. Lo que más inquieta en la poesía de Suquilanda sigue siendo, como ya hemos notado en su carrera poética, una capacidad fascinante para superponer tonalidades verbales y mediales, ya que este libro trae una propuesta sonora que incorpora música tecno y la presencia de la propia voz de la poeta a través de enlaces que permiten al lector acceder a contenido multimedia desde el libro. En esos términos, Suquilanda insiste en llevar al lector al origen del poema, al ritmo mismo que configura su centro y desde donde su fuerza se expande. La colaboración con Jarno Eerola en la música electrónica y la traducción simultánea al finés, así como la combinación de sus voces mismas, en piezas como “Unicornio acuático”, permiten observar esta propuesta multilingüe, donde las palabras de desdoblan y amplían sus identidades.

https://soundcloud.com/search?q=unicornio%20elsye

Los personajes que habitan el mundo de Lensi Lusikka Suussa son de la más humilde condición como lo es un simple trapo, pero exceden la simplicidad. Provocan en el lector la reflexión sobre la sobrevivencia del día a día en que hay que medir los presupuestos e ir a hospitales. Sin embargo, la atmósfera que rodea esta “vida cotidiana” apuesta por el desapego del acceso ordinario a los eventos. Los personajes y situaciones abren un camino misterioso que sugiere los temblores y conmociones subterráneas que sostienen la vida. Este libro constituye un aporte valioso y original a la poesía contemporánea anclada en español pero con vocación múltiple: local y cosmopolita, que se atreve a habitar muchos mundos: impresos y virtuales, pero que sobre todo no tiene miedo a arriesgarse para dar luz a nuevas presencias.